También hubo muertos. Fernández ha localizado 162 oficialmente en los libros de defunción y enterramientos del Juzgado de Miranda, pero hubo muchos más según testimonios de los presos. Hubo intentos de fuga que acabaron con los disparos de los guardias. Los “oficiales” fallecieron por “muerte natural”, es decir, tifus, pulmonía, escorbuto… enfermedades consecuencia de las malas condiciones carcelarias.
Palizas y represión también hubo, especialmente en la primera etapa, la misma en la que los prisioneros eran llevados a Batallones de trabajadores para hacer trincheras y otras obras para el régimen de Franco. Como sucederá en los demás campos, Miranda recibirá solicitudes de diversas procedencias de mano de obra, unas veces por parte de la Diputación Provincial para obras de tipo público, entre las que se cuentan iglesias, cauces de ríos, puentes o carreteras, y otras por particulares, sin vinculación alguna con el interés público. Los presos hicieron entre otras cosas varios cortafuegos en los montes del entorno, la carretera de San Juan del Monte o la reparación de la quemada iglesia de Santa María.
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